El Coronavirus ha aparecido para darnos lecciones que más vale que aprendamos pronto. Hoy ha llegado en forma de virus que podemos atacar si tomamos medidas y trabajamos con la ciencia. Pero mañana podrá llegar en otras formas más definitivas, como el agotamiento de recursos naturales vitales para la vida como el agua. ¿Será que la especie más inteligente de la tierra entenderá finalmente que todos vivimos en este planeta, que sólo es uno, y que ya no podemos continuar extrayendo todo de él como si tuviéramos varios planetas de repuesto?
Algo que hemos visto con la emergencia global de los últimos días es que el mundo no nos necesita. La naturaleza con su gran sabiduría nos está mostrando su increíble poder de curación y transformación, cuando nosotros dejamos de intervenir. Recientemente han aparecido fotografías de Venecia, en las que se ven los canales con aguas cristalinas y vida marina, como nunca los habíamos visto los que estamos vivos en este momento. Alrededor del mundo estamos viendo cómo los satélites están registrando cómo el dióxido de nitrógeno está disminuyendo y los índices de polución están bajando a un ritmo increíble. El mundo se está curando sin nosotros, mostrándonos que somos todo menos imprescindibles y que debemos repensar nuestro valor en esta tierra.
Mientras el mundo se cura, la pandemia nos obliga a detenernos. A quedarnos en nuestras casas y estar en familia más tiempo que unas cuantas horas durante el almuerzo de los domingos; a aprender nuevos métodos para mantener a nuestros hijos entretenidos y ser ahora sus profesores de tiempo completo; a reconocer a aquellos con los que vivimos y crear nuevos vínculos; a extrañar a nuestros amigos y valorar su presencia, sus besos y sus abrazos.
Es un momento emocionante para estar vivos y todo se lo debemos a un virus. A pesar del riesgo que todos corremos y de ver cómo el mundo y las fronteras imaginarias que hemos establecido parecieran desplomarse, algo más grande está pasando. La solidaridad ahora es un valor de moda, porque finalmente estamos aprendiendo que pensar en el bienestar del otro es la única garantía de mantener el bienestar propio.
Tal parece que el Coronavirus ha llegado para enseñarnos mucho más que la importancia de lavarnos bien las manos. Los efectos del Coronavirus van más allá de la crisis mundial en salud y el desplome de la economía global, entre otros. El Coronavirus ha llegado para darnos una lección de humildad.
Si aún no les ha llegado este texto, es un buen momento para conocerlo:
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