La tierra siempre fue un material básico para edificar construcciones que nos han abrigado durante siglos de las inclemencias del clima, los animales y otros peligros externos. También ha sido un material que hemos aprendido a moldear para expresarnos y crear objetos que hablan de nuestras culturas, nuestros momentos históricos y nuestras creencias. Así, muchos museos del mundo despliegan objetos creados en tierras que hablan, a través de ellos, de los que habitaron este mundo mucho antes que nosotros. 

Para los indígenas que habitaron el territorio latinoamericano antes de la llegada de los españoles, la conexión con la tierra y los otros elementos, agua, fuego y viento, dejó grandes aprendizajes que posteriormente fueron aprendidos por sus descendientes, y formó la cosmovisión presente en las poblaciones indígenas alrededor de nuestro continente. Estos aprendizajes quedaron plasmados en sus construcciones y obras artísticas, permitiéndoles así hablar sobre la manera cómo ellos se relacionaban entre sí -y, de hecho, aún lo hacen- con su entorno.

La importancia de la tierra va más allá de ser un material disponible que respondía favorablemente a las necesidades que tenían de crear espacios en dónde vivir. La tierra provee alimentos, al tiempo que ofrece espacio físico en donde las generaciones pueden desarrollarse; sin dejar a un lado el hecho de que, también, reúne el pasado, presente y futuro de un pueblo. A través de la tierra las comunidades indígenas han reproducido su ambiente, creando viviendas que expresan el conocimiento de los materiales, los procesos de elaboración y cómo estos se comportan. 

Los indígenas construían sus casas con sistemas basados en tierra como el bahareque. Posteriormente, dichas construcciones se fueron fundiendo con técnicas de construcción traídas desde el continente europeo. Gracias a esta fusión y convergencia de saberes culturales, se creó la arquitectura que hoy hace parte del patrimonio cultural de nuestros países latinoamericanos. 

Ahora, con la llegada de materiales y técnicas de construcción modernos como son el cemento y el acero, la tierra pareciera haber entrado en desuso durante un largo periodo. Prueba de ello está en los centenares de habitáculos presentes en las ciudades modernas, en donde construcciones de gran altura han transformado por completo el horizonte. Para fortuna de todos, sin embargo, en los últimos años la tierra ha vuelto a recobrar un valor importante dentro de la arquitectura; permitiendo crear sistemas y construcciones más responsables, sostenibles y afines a los retos ambientales que hoy enfrenta la humanidad.

Este cambio de mentalidad invita a la recuperación de saberes tradicionales, a la reconexión con la tierra y la naturaleza, así como a la recuperación de esa consciencia humana sobre el que es nuestro entorno; permitiéndonos dimensionar mejor que antes el impacto de nuestras acciones tanto sobre nuestro presente como sobre el panorama que heredaremos a las que sean nuestras generaciones venideras. 

Octavio Mendoza Morales ha estudiado los saberes ancestrales de los que habitaron las tierras cundiboyacenses, creando a conciencia un espacio en donde se reflexiona sobre nuestro futuro como especie. Gracias a ese proceso, entendemos que el comportamiento de los materiales determina no sólo la forma y calidad de los espacios construidos sino también su contenido y las dinámicas a través de las cuales los habitamos. Por eso, son espacios en donde también buscamos detonar reflexiones sobre los efectos nocivos o positivos que cada uno de los componentes o  materiales usados en la actualidad puede tener sobre nuestro bienestar. 

Hoy día se habla con frecuencia progresiva sobre los beneficios para el medio ambiente y nuestra propia salud construir en/con tierra. Por ejemplo, la capacidad que este elemento tiene de regular naturalmente la temperatura de una vivienda—absorbiendo el calor del día y distribuyéndolo a lo largo de la noche—demuestra que es mucho más eficiente que el hormigón; material con el que seguimos levantando nuestras ciudades modernas. Las construcciones en tierra, cuando se mezcla ésta con otros materiales de origen natural creando lo que se conoce como “superadobe” han demostrado ser igualmente sismorresistentes, beneficiosas para la salud, económicas y viables que aquellas esculpidas en materiales ajenos al ecosistema; propiciando así, a través de su uso, la construcción de un mundo que no se desequilibre a sí mismo como pareciera que lo estamos haciendo. Pues, en el fondo, lo que todos queremos y necesitamos es lograr coexistir en armonía con la naturaleza y el resto del cosmos dentro del cual nos encontramos inmersos.

Al poner en práctica saberes ancestrales en conjunto con desarrollos tecnológicos de vanguardia y técnicas de construcción, Casa Terracota se ha unido a una tendencia arquitectónica que cada vez toma más fuerza alrededor del mundo: la de re-entender los espacios y re-educarnos sobre el uso que damos a los 4 elementos y los múltiples materiales de antaño. Re-dignificando, de esta forma, esa sabiduría ancestral, a través del desarrollo de una arquitectura contemporánea que integre tanto la optimización de los recursos y de los materiales disponibles, como el ahorro del consumo energético.

 

Fotografía de paul mocan en Unsplash